Mercadillo de trueque de A Xunqueira, en Redondela. // Joel Martínez
CARMEN VILLAR - SANTIAGO
Antes de que se inventase el dinero, las mercancías ya circulaban, aunque para ello un tejedor tuviese que discutir por cuántos sacos de patatas cambiaría un paño de tela con un campesino. El trueque puede sonar a algo antiguo, ya que nació en los albores de la humanidad. Sin embargo ha vuelto a ponerse de moda por culpa de la crisis y de los problemas de liquidez que ésta ha provocado.
De hecho, más allá de la anécdota de ciudadanos particulares canjeando productos en un mercadillo, el trueque se ha convertido en una "alternativa" para muchas empresas, 26 de ellas en Galicia. Sobre todo se trata de hoteles de cuatro estrellas, medios de comunicación, productos de alimentación y bodegas, en su mayoría localizadas en A Coruña, pero el trueque también ha interesado al sector de nuevas tecnologías.
Claro que la gestión de la permuta de servicios y productos entre empresas no es tan simple como un intercambio de cromos de esos realizados durante la infancia con un compañero de colegio. Para poner en comunicación a las innumerables compañías han surgido intermediarios, como la pionera Compensa, en España, una firma que a lo largo de sus quince años de vida ha logrado que se apuntasen al trueque medio millar de clientes y a facturar anualmente trece millones de euros.
Marcos Ruiz, uno de los presidentes ejecutivos de Compensa, afirma que ellos prefieren llamarlo "intercambio" y no trueque, ya que "hay valores y procedimientos modernos". Ruiz explica que la empresa, creada en 1995, ha logrado un crecimiento anual lineal, aunque en los últimos tiempos "funciona mejor" porque la gente "busca alternativas". "La crisis fomenta esa búsqueda", subraya, ya que la liquidez no importa porque se paga en especie y además sirve para dar salida a stocks.
El funcionamiento de Compensa lo explica mediante tres anologías: banco, central de compras y promotora. No obstante, la primera es la más ilustrativa. Las empresas, en vez de tener dinero en sus cuentas, tienen servicios o bienes por cierto "saldo" –que se calcula a partir de su valor de mercado– que interesan a otras compañías. Compensa es la que realiza los contactos y pone en comunicación, por ejemplo, a una empresa de motos con una radio local. La primera puede querer publicidad –el servicio más solicitado– y la segunda, a cambio, sortear un vehículo entre sus oyentes.
En España, algunos clientes de Compensa, que da servicio a 14 sectores diferentes y que cobra una comisión por cada operación, son Opel, Solac o Bodegas Domecq.
Antes de que se inventase el dinero, las mercancías ya circulaban, aunque para ello un tejedor tuviese que discutir por cuántos sacos de patatas cambiaría un paño de tela con un campesino. El trueque puede sonar a algo antiguo, ya que nació en los albores de la humanidad. Sin embargo ha vuelto a ponerse de moda por culpa de la crisis y de los problemas de liquidez que ésta ha provocado.
De hecho, más allá de la anécdota de ciudadanos particulares canjeando productos en un mercadillo, el trueque se ha convertido en una "alternativa" para muchas empresas, 26 de ellas en Galicia. Sobre todo se trata de hoteles de cuatro estrellas, medios de comunicación, productos de alimentación y bodegas, en su mayoría localizadas en A Coruña, pero el trueque también ha interesado al sector de nuevas tecnologías.
Claro que la gestión de la permuta de servicios y productos entre empresas no es tan simple como un intercambio de cromos de esos realizados durante la infancia con un compañero de colegio. Para poner en comunicación a las innumerables compañías han surgido intermediarios, como la pionera Compensa, en España, una firma que a lo largo de sus quince años de vida ha logrado que se apuntasen al trueque medio millar de clientes y a facturar anualmente trece millones de euros.
Marcos Ruiz, uno de los presidentes ejecutivos de Compensa, afirma que ellos prefieren llamarlo "intercambio" y no trueque, ya que "hay valores y procedimientos modernos". Ruiz explica que la empresa, creada en 1995, ha logrado un crecimiento anual lineal, aunque en los últimos tiempos "funciona mejor" porque la gente "busca alternativas". "La crisis fomenta esa búsqueda", subraya, ya que la liquidez no importa porque se paga en especie y además sirve para dar salida a stocks.
El funcionamiento de Compensa lo explica mediante tres anologías: banco, central de compras y promotora. No obstante, la primera es la más ilustrativa. Las empresas, en vez de tener dinero en sus cuentas, tienen servicios o bienes por cierto "saldo" –que se calcula a partir de su valor de mercado– que interesan a otras compañías. Compensa es la que realiza los contactos y pone en comunicación, por ejemplo, a una empresa de motos con una radio local. La primera puede querer publicidad –el servicio más solicitado– y la segunda, a cambio, sortear un vehículo entre sus oyentes.
En España, algunos clientes de Compensa, que da servicio a 14 sectores diferentes y que cobra una comisión por cada operación, son Opel, Solac o Bodegas Domecq.
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